miércoles, 30 de mayo de 2012

Fotos que inspiran

Esperando la luna

Esta fotografía a sido motivo de inspiración para este texto magnífico de Corina Sz,  espero lo disfruten.
Es un honor que mis imágenes inspiren tanto.


 Esperando la luna

Aquí te espero.
No es obcecación, amor; comprende, por favor, comprende: no alucino ni estoy perturbado. La noria gira, amor; como lo hizo ayer, tal como hoy, y también como dentro de mil años rodará moliendo penas. Te aguardo porque mi vida no ha cambiado; la almohada conserva el pequeño hueco de tu reposo; el agua de colonia brota a porfía desde tu ropa y me invita a aspirar de tu aliento; tus chinelas de raso enredan mi búsqueda en la casa, pero allí están, exactamente donde deberían. Nada se quitó; cada gesto, cada rito de tus manos fue estrictamente respetado. Apenas, alguna vez, me atrevo a rozarlas con la punta de los dedos, en una caricia que grita “te amo”; pero a hurtadillas, para no turbar tu destino, tu sueño de paz.
Despierto de madrugada, en el instante que el sol la besa como solías tú hacer conmigo; no puedo evitarlo, el alba tiembla y lo percibo. Como sentía tus latidos y el aleteo imperceptible de tus miedos.
Te amo todavía, cuánto…
Al caer la tarde me encamino al parque, y desbarranco mi pena en este banco de piedra; el que nos vio jugar de niños, darnos una caricia estremecida de pudor y adolescencia, el beso que timbró nuestros destinos al amparo del árbol, del canto de la brisa entre sus brazos. Aquí estoy. Y espero.
Aguzo el oído, aguardo tus pasos pequeños que llegan de más allá del atardecer; sólo hay silencio; en esta quietud, entre luz y sombras, se ahoga el sol, se angustia y se marcha; la neblina incipiente vela mi desconcierto: por qué no emerge tu figura, tu risa de niña, tu cadencia de reina. ¿Qué te demora? ¿Por qué no vuelves? ¿No se hunde en tu pecho la tristeza del mío? Mira, si hasta la niebla llora tu retraso. ¿Tan lejos te marchaste? Díme, ¿cuántas lunas y estrellas nos separan?
Me deshilacho de puro agobio. Se inclina el árbol sobre mi frente, quiere darme un lugar donde la invisibilidad sea la regla. No es posible. ¡La gente habla tanto! ¿Siquiera lo imaginas? Tengo manuales de consejos; varios para cada amargura. A cada pregunta compadecida corresponde una respuesta gentil. ¿Importa, acaso, si tengo voz para decir “me muero”? No, claro, de algún rincón de mi alma vendrá la sonrisa mansa y el “muchas gracias”.
El duelo también guarda su etiqueta y protocolo Se impone que olvide; que diga, por ejemplo…”el tiempo todo lo cura”; no sería aceptable que se me desnude el alma en pedazos, la piel desconcertada, los ojos vacíos de sueños. “Perdón, no comprendí ¿Cuál es la pregunta? Oh, sí claro que estoy vivo y debo continuar. Puede usted firmarlo: estoy…” Y en un murmullo agrego “sólo estoy.” Pero sería inadecuado que se filtre el comentario. Luego se van con una sonrisa satisfecha: han aportado su grano de conmiseración a mi tragedia.
Pero tú, que me conoces, que has sido mi cielo breve en la gran ruleta humana, sabes que miento. Te consta que hace un año cerré mis ojos con los tuyos; sellé mi historia con un beso; me dormí entre tus brazos quietos y no he vuelto a despertar. Para que persona alguna se complique: amo vivir en tu muerte, y me niego a morir en mi vida. Me obligan a falsear para no descolocar sus buenas intenciones; me cercan con preguntas y ya tienen la respuesta. Tu muerte es más serena, más gentil, más comprensiva. Por eso vuelvo a elegirte; por eso me siento en nuestro banco, bajo este árbol de copa generosa y callada.
Cae la noche. Más allá del parque, algunos apuran los temores, pasan cabizbajos. Quizá en una casa, en algún rincón, los amantes planean un mundo ideal. Se conformarían con envejecer tranquilos, acompañados. ¿Queridos? No, eso no se lo plantean: lo importante es no estar solos.
Aquí, bajo el árbol que tanto amabas, yo acuno tu recuerdo en mis pestañas, enjuago entre mis manos el idioma que era nuestro, acallo la soledad que ha crecido como hiedra. Casi estoy convirtiéndome en el hombre hiedra de este banco, guarecido por el fiel compañero. Es tan honda la noche, amor, brilla opaco, amarillento el farol, hace frío. Qué solos quedamos los pocos que desafiamos la lógica: los árboles, el banco, el farol y yo.
Escucha: hay flores frescas junto a nuestra fotografía de boda. La mesa está tendida; dos copas esperan. Yo te espero; sólo dame tus pequeños pasos en derredor de mi alma, un beso ténue sobre mi eterna tristeza; enlaza en tus cabellos las caricias que hoy son de nadie. Vuelve a casa, un instante te pido, un abrazo de estrellas, el cristal de tus ojos refractándose en la noche.
Luego, si quieres regresar, te abrigo con mi vida y nos sentamos en tu banco; hacemos cómplice a la copa del árbol, le arrojamos chispas diamantinas al farol, para que brille más, para que sea menos triste. Si quieres, esta noche,
y mañana...
Y para siempre...

viernes, 11 de mayo de 2012

Ensayo en Revista Tres

                                 


 http://www.revistatres.com.ar/revistatres05/nota05.html

martes, 8 de mayo de 2012

Fachada, novela digital

Fachada
de Myriam Boyer y José Osvaldo Ferrari (Peregrino)




                                     http://novelaencapitulos.blogspot.com.ar/
Fotos y video: Rox Boyer